Reseña | Teatro | Jarana
Se estrenó Jarana o la epidemia del baile en el teatro Área623, con autoría y dirección de
Hernán Cuevas, quien además interpreta a Paco, uno de los protagonistas. Que Cuevas asuma la
escritura, la puesta y la actuación le da a la obra una impronta personal y un pulso muy
particular: se percibe la coherencia de una mirada artística que articula texto, escena y cuerpo en
un mismo gesto creador.
El elenco, integrado por más de diez intérpretes, trabaja de manera coral. No hay un único
protagonista, sino que las voces y presencias se distribuyen en escena generando una dinámica
colectiva. Esa elección potencia la sensación de estar frente a una reunión real de amigos, con
múltiples focos de atención, interrupciones, risas y tensiones que se superponen, tal como sucede
en cualquier encuentro social.
La obra transcurre en la casa de Paco y Agustina, durante el cumpleaños de Anita. Un grupo de
amigos que no se ve desde hace años se reúne para un asado. En ese encuentro reaparecen viejas
tensiones, potenciadas por la incomodidad que generan dos invitados nuevos. De pronto, un flash
informativo irrumpe la celebración: una extraña epidemia de baile se propaga por todo Buenos
Aires. Ese acontecimiento transforma la reunión y arrastra a los personajes hacia un terreno
incierto, donde lo cotidiano se quiebra.
La puesta reconstruye una situación reconocible, con lenguaje y vestuario contemporáneo que
anclan la acción en lo cotidiano. Sin embargo, pronto aparece un clima de extrañamiento: lo
familiar se vuelve ajeno y perturbador. La coreografía de Yanil de Sousa acentúa ese desvío,
transformando cuerpos comunes en cuerpos enrarecidos, desbordados por una fuerza
inexplicable. El resultado es una mezcla de realismo, absurdo y tensión dramática, que oscila
entre el humor y lo inquietante.
El dispositivo escénico se expande más allá de la casa gracias al apoyo audiovisual: en las
pantallas se proyecta lo que los personajes ven en televisión, mientras los sonidos y efectos
lumínicos sugieren un afuera convulsionado que contrasta con la intimidad de la reunión.
La obra se adentra en la incertidumbre frente a lo desconocido: la causa de la epidemias pone en
duda, y en ese vacío los vínculos, la fe y la cordura de los personajes se ponen a prueba en ese
intento de sostener la normalidad. Como espectadores, es inevitable asociar esa amenaza
invisible con la experiencia reciente de la pandemia, lo que dota a la pieza de un eco
contemporáneo y cargado de sentido, La obra nos recuerda que lo impredecible siempre desarma
nuestras certezas y nos enfrenta a lo más frágil de los vínculos humanos.
En definitiva, la obra propone un viaje teatral donde lo familiar se convierte en terreno incierto.
Cuevas y su equipo logran construir un relato que interpela al espectador desde la risa y la
incomodidad, y que recuerda que lo inesperado siempre puede irrumpir para desarmar nuestras
certezas.
Jarana o la epidemia del baile se instala como una propuesta original de la cartelera porteña,
capaz de dialogar con la memoria reciente y, al mismo tiempo, abrir nuevas lecturas sobre lo
colectivo.
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