Reseña | Teatro | Lejos de Moscú
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Cuando lo único que queda es soñar
Por Guillermina Castro
Gritos, murmullos y movimiento en la sala Solidaridad, cesan luego del apagón
que indica el comienzo de la función. Las luces que alumbran el escenario
comienzan a prenderse lentamente, dejando entrever lo que parece ser la sala
de estar de una casa, un sillón, una mesa con un par de sillas y dos retratos
colgados en las dos paredes que enmarcan un ventanal, el ventanal por donde
entra la luz. Este no indica únicamente el momento del día, sino que,
durante el tiempo que transcurre la obra, indica también el cambio de estación, de
escena y de período. Esta escenografía, así como el vestuario que llevan los
actores (por Sebastian Sabas) enmarca todo el contexto en el cual se desarrolla
la historia.
Lejos de Moscú es una adaptación de Las tres hermanas, un clásico del teatro
ruso escrito por Antón Chéjov, adaptado por Liliana Escliar y dirigido por Helena
Tritek.
La historia tiene como protagonistas a tres hermanas, Olga, Irina y Masha,
interpretadas por Alexia Moyano, Fini Bocchino y Milagros Almeyda. Tres
hermanas a las que les pasan los años y con ellos, decepciones, traiciones,
amores y diferentes encrucijadas. Pero hay algo que no pierden, la capacidad de
soñar, la capacidad de soñar con otra vida en su amada Moscú, donde tan
felices supieron ser. Moscú funciona como la antítesis de todo lo que son y la
ciudad en la que están en contraposición de todo lo que aspiran a ser y vivir.
La obra está dividida en tres actos, en los que hay una clara intención narrativa y
visual de dar cuenta del paso del tiempo. En términos visuales, Sebastian Sabas
logra que cada acto o escena tenga una impronta visual propia del hilo narrativo
sin cambiar la escenografía principal. Luces, más brillantes o más opacas, dan
un indicio de las emociones que se muestran en escena. De la serenidad e
indiferencia propias de la juventud caracterizadas por luces frías e invernales a
luces cálidas y un fuego incandescente de fondo en el momento más álgido de la
historia, donde la furia, el temor y la decepción se hacen presentes.
Durante el devenir de la historia se puede ver como los personajes se alejan
cada vez más de lo que tanto anhelaban al comienzo, el vestuario es un fiel
reflejo de eso. En particular, el vestuario de la hermana menor, Irina, logra una
metamorfosis en la que comienza como una fiel representación de una
muchacha citadina de clase alta, a finalizar con una impronta mucho más
campesina.
Esta adaptación enseña a través de una historia clásica del teatro ruso y con
toda la crudeza característica de Chéjov, como valorar el presente. Las
emociones representadas por las actrices son de carácter universal y logran
fácilmente (también por su excelente interpretación) , interpelar a la audiencia,
mover sentimientos y reflexionar sobre el presente. Como las cosas pueden
empeorar, como los sueños se pueden alejar y aún así nunca perder la
esperanza, siempre y cuando se pueda volver a empezar con los seres queridos
de fondo.
Ficha técnica:
Actores: Milagros Almeida, Fini Bocchino, Julián Cardoso, Ricardo Merkin, Alexia
Moyano, Hernán Lucero, Silvina Quintanilla, Julieta Raponi
Dramaturgia: Liliana Escliar
Vestuario y escenografía: Sebastián Sabas
Producción ejecutiva: Lucas Martinez Bojanich
Prensa: Tommy Pashkus
Asistente de dirección y fotografía: Seedy González Paz
Dirección: Helena Tritek
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