Reseña | Cine | La vida es
Lazos familiares
Como si estuviera dialogando -desde su título- con “La vida es bella” (la consagrada película de
Roberto Begnini de 1997), “La vida es” (el film de Lorena Villarreal) observa la vida de Nora
(Natalia Plascencia), que cumple 40 años; lo que resulta propicio para hacer un balance, y si
fuera posible dar una definición de la existencia humana.
Se trata de una exploración de la crisis de la mediana edad, marcada por las elecciones
sexuales, el poliamor y las pérdidas también.
La historia exhibe los lazos de una especie familia de las que abundan en el siglo XXI, un refugio
de féminas que puede incluir a los hombres sin demasiadas fricciones. Pero, quizá, es
demasiado bienintencionada: los conflictos nunca son tan profundos, o se resuelven
rápidamente; y eso complica la identificación con sus personajes, que a pesar de muy buenas
actuaciones y rostros que son amados por la cámara (la belleza de la protagonista y su sonrisa,
fascinan), difícilmente emocionen.
La música y las canciones en vivo que nos preparan para su disfrute, no llegan al estribillo; y
sus intérpretes no parecen tener tanto carisma, ni para escenarios íntimos ni al aire libre.
La dirección de arte con colorido mesoamericano, hace de cada escena una estampa full color,
que parece decir, hay tristezas y hay pérdidas; pero si hay buenos vínculos, la plenitud está
garantizada.
Como una señal de gratitud personal a ese meteorito que significó “Thelma & Louise” en los
´90, Villarreal muestra a Nora y su hermana de la vida (Naian González Norvind) paseando en
un Impala descapotable, que según Plascencia, fue de los momentos que más disfruto del
rodaje.
Seleccionada para participar en la 40 Edición del Festival Internacional de cine de Mar del Plata
en la sección Competencia Latinoamericana, esta producción realizada por un enorme equipo
de hispanoparlantes, involucra delante y detrás de cámaras a artistas y técnicos de México,
Chile, Argentina, España y más.


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