Reseña | Teatro | Trilogía Lorca



Sonidos de la sangre

Por Gustavo Noriega 


El Flamenco tiene sus raíces en el pueblo gitano, pero también influencias africanas, árabes,

judías e incluso de antiguos cantos litúrgicos; quizá por eso es que suele atrapar a un

numeroso y variado público. Este arte encarna la pasión, la historia y la identidad cultural de

España, especialmente de Andalucía y Sevilla; y fusiona danza, música y cante (o canción)

acompañado de guitarra, palmas, castañuelas y percusión. Todo esto, más “duende” *, tiene

Trilogía Lorca, el espectáculo creado por Marcela Suez (bailaora y actriz) y presentado en Sala

Mediterránea con capacidad colmada. Se trata de una obra que reúne poemas del

“Romancero Gitano” y otros poemarios de Federico García Lorca, quien hizo mucho por el

reconocimiento del cante jondo, junto a Manuel de Falla.


En “Trilogía Lorca” puede apreciarse aquel mestizaje de culturas; sin distorsión, y es lo que lo

hace valioso. Porque en ese ir y venir de las modas, los ritmos gitanos estuvieron presentes en

los ´80 con las figuras de Antonio Gades, Christina Hoyos; y globalizados por el cine de Carlos

Saura más tarde. En los ´90 favoreció a su internacionalización la aparición de Joaquín Cortés

asociado a la moda y la obra de Pedro Almodóvar. Desde la música, los aportes de Paco de

Lucía y Camarón de la Isla, fueron otro jalón inolvidable. Pero desde entonces, su oleada a

menguado y quizá sea por eso, que este espectáculo se disfrute mucho más.




Suez es una eximia bailaora, de intensa expresión emocional que combina movimientos

elegantes con un ritmo percusivo marcado por un zapateo y taconeo excepcionales,

improvisando y con un riguroso control técnico. El movimiento de brazos y torso, acompañado

de una expresividad facial y corporal profunda, enmarcado por un vestuario que engalana los

cuadros: para cada uno, un look diverso. Obviamente que colorido y respetando la tradición;

pero también transgrediéndola. Pasa del traje andaluz con volantes y mantones, al aspecto

andrógino o masculino con chambergo panamá y pantalones.


La cantaora (Claudia Montoya) por su parte, entra en estado de trance profundo (con esa

típica voz pastosa, dulce y algo ruda) intensificado por las palmas rítmicas -como poseídas,

convertidas en oración- para comunicarse con el Todopoderoso, al mismo tiempo que con el

público. Mientras los bailaores (Juan Ayala y Marcela Suez) protagonizan e interpretan su

narración; y la guitarra penetrante y sensible de Luciano de Paula, crea tensión y dinamismo

repitiendo notas para conversar con la voz humana.


Fue esa misma guitarra la que nos llevó de paseo emocional -mientras nos acomodábamos en

las butacas- con acordes de canciones de Gipsy Kings, por ejemplo.


El Poema del cante jondo, escrito por Lorca en 1921, es considerado su manifiesto, y en él

describe el cante como «el temblor, la emoción, la herida viva». Casi un siglo más tarde la

UNESCO declaró el Flamenco como una de las Obras Maestras del Patrimonio Oral e Inmaterial

de la Humanidad. Trilogía Lorca lo mantiene vivo y lo honra en Buenos Aires.


*Se dice que un bailaor de profunda musicalidad, tras una secuencia de 15 o 20 minutos, entra

en “duende”; un estado de emoción trascendente y trance.

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