Reseña Cine: Megalópolis

Por Mariana Parodi 

Megalópolis es la nueva película de Francis Ford Coppola, la más ambiciosa de su carrera, de la que comenzó a hablar en los 80s y le llevó toda la vida (y todos sus ahorros) poder concretarla. Los grandes estudios no quisieron distribuirla y vendió buena parte de sus viñedos para terminarla. 

Una fábula épica romana con sus bacanales, su coliseo, sus luchas y su decadencia situada en Nueva Roma, una América de un universo alternativo. Cesar Catilina, interpretado por Adam Driver, es un arquitecto que creó el megalón, un objeto de un material que tiene infinitas formas y capacidades de crecimiento. Él sueña con llevar a la ciudad al futuro, siendo autosuficiente y creciendo infinitamente. Su opositor es Franklin Cicero (Giancarlo Esposito), el alcalde actual quién perpetúa la codicia, los intereses particulares y las guerras partidarias. En el medio estará la hija del alcalde, Julia (Nathalie Emmanuel) quién termina dividida por la lealtad a su padre y el amor por Cesar. Catilina también puede detener el tiempo y es algo que Julia descubre y la cautiva. Completan el elenco una brillante Aubrey Plaza, Dustin Hoffman, Jon Voight, Laurence Fishburne y Shia LaBeouf. El reparto en ocasiones interpreta casi recitando por lo que se asemeja a una obra teatral y también está repleto de citas a Shakespeare, Marco Aurelio y otros. 



La fascinación del director por el cine digital lo lleva a esta película, grandilocuente que, bien podría definirse como grotesca. Megalópolis vislumbra una crítica hacia la sociedad actual, sobretodo, la alta sociedad y el culto al sin sentido. Adam Driver interpreta a un ególatra, centrado en su genialidad que no puede ver más allá de sus intereses. Es el alterego de Coppola, el creador incomprendido que sufre por no poder llevar a cabo su utopía. El actor es el ideal para desempeñar a Cesar con su caracterización altanera y exótica. El CGI está bien logrado más no tan bien utilizado, muchas veces se sumerge en un espiral de imágenes superpuestas sin mucha justificación, como si la narrativa no tuviera mucha profundidad. Megalópolis no será la mejor película de Francis Ford Coppola pero tiene momentos de suma brillantez y seguramente será recordada por lo ampulosa y extravagante de su puesta en escena.




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