Reseña | Cine | Cónclave
Por Gustavo Noriega
Sí a las dudas, no a las certezas
Los pasos que se escuchan en los primeros segundos de “Cónclave”, mientras la pantalla está completamente negra, nos anuncian que deberemos tener la mirada atenta pero también los oídos. Aunque el tranco apurado es del cardenal decano Thomas Lawrence (Ralph Fiennes) porque acaba de recibir una funesta noticia –ha muerto el Papa- y será el responsable de encontrar la mejor forma de propagarla y de guiar el ritual para encontrar sucesor.
Los religiosos más cercanos, rezan entorno al lecho de muerte del Sumo Pontífice de la Iglesia Católica; con pesar por la pérdida, pero con preocupación por las suspicacias que extramuros pudieran despertar las causas del deceso y por la inminente llegada de cardenales de todo el orbe.
Lawrence se mostrará atribulado siempre, con una actitud corporal justa; como dispuesto a confesar a quien sea, aunque su rol sea administrativo. Es interesante ver como un Cardenal que parece extraviado en el Vaticano por no ser lo suficientemente ambicioso; es encarnado por Finnes de un modo tan creíble como cuando interpretó a un satánico oficial nazi, hace décadas.
Los escenarios donde tantos hombres lucen renacentistas, transmiten lugubridad y ascetismo, contrarrestado por el color obispo y rojo (pasión, sangre, martirio), con destellos de la presencia femenina en roles menores, como es de suponer en semejantes espacios. La monja que ayudará a esclarecer algunos movimientos conventuales, es interpretada por Isabella Rosellini, con apariciones escasas pero impecables.
La música es altamente sugestiva con briosos acordes de cuerdas, que predisponen el ánimo para acompañar al Cardenal Decano en los momentos más delicados: ya sea cuando deba contener sus impulsos, o cuando dé rienda suelta a su investigación profanando el aposento más confidencial de la Casa Santa Marta.
Se trata de un thriller psicológico y político; porque según cuenta la novela en que se basa el film, todo el debate y sufragio del concilio, tiene características similares a las que se plantean en cualquier Estado democrático al momento de elecciones: alianzas, traiciones, carpetazos, y atentados.
La identificación del espectador con el protagonista puede producirse a través de las ideas, ya que está decidido a que impere la verdad, a la que se puede acceder con la inteligencia o el entendimiento, pero sin olvidar que la fe exige aceptar misterios; y de allí surge su recomendación de abandonar las certezas y abrazar las dudas… criterioso y revolucionario.
Claramente el suspenso también está puesto en el resultado del escrutinio, ese que finalmente permita propalar humo blanco en cielo romano y permita anunciar con alegría: “Habemus Papa”. Pero, así y todo, habrá algo más por desentrañar.
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