Reseña | Cine | Parthenope

Retrato de mujer

Por Gustavo Noriega 

Parthenope, se llama una sirena de un mito griego, pero también se llamó así la Ciudad de Nápoles, y la protagonista del último film de Paolo Sorrentino, que da nombre a la obra. 

Centrado en lo bello, en recuerdos, en sueños, pero también en la naturaleza de una ciudad portuaria; con un mar que exige ser fotografiado y una luz pródiga que invita a demorarse allí. 

Mayormente es como un comercial de shampoo premium, o de perfume, lanzado por un diseñador europeo; incluidas las formas en que son asumidas las libertades sexuales; siempre bañadas por un aura de liviandad y desaprensión, propio de ese tipo de spots publicitarios. 


La película no se decide a tomar o bien el camino del puro recuerdo y el regocijo visual, o bien profundizar en el mundo femenino y contar la dificultad de la vocación, del trauma familiar, o de la interrupción del embarazo. Porque Parthenope es primero alumna y luego docente de Antropología y el relato llega hasta cuando ya está en edad de jubilarse (Stefania Sandrelli); así que siendo una mujer tan bella, supo de amores de todo tipo. También es seguidora del escritor estadounidense John Cheever (Gary Oldman), con quien se encuentra y mantiene diálogos inconclusos, como si se tratara de una fantasía más. 

Interpretada por Celeste Dalla Porta, ella, dedica recurrentes miradas a cámara, al espectador o a quien se cruce por delante: profesores, familiares, amores, alumnos y curas. Habrá unas escenas dedicadas al ámbito de la iglesia católica, vista como un lugar de retorcimiento y no porque se experimenten allí padecimientos, sino más bien, lo contrario.


Siempre con glamour, con brillos o no, los colores estarán compensados y las luces medidas obsesivamente para transmitirnos extrañeza o deslumbramiento, con movimientos de zoom, travelling o tilt, siempre con tendencia a la cámara lenta.

Como en otros casos, Sorrentino propone que el espectador se entregue sin cuestionar, porque sino la película se volvería pesada y extensa. Por eso mismo, reserva para los últimos minutos, un personaje que casi no habla -se ríe- tiene la mente de un niño pequeño, carnaduras marmóreas, el cuerpo de un coloso, y pasa sus horas abatido frente a un televisor. 

Todo es muy sugerente… pero veleidoso. 

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