Reseña |Teatro| Se hace o se hace

 ¿Unidos por el amor o el espanto? 



Por Gustavo Noriega 

La última función del año de “Se hace o se hace”, tuvo la particularidad de ponerse en el Teatro El popular con entradas a la gorra en el Día Nacional del Teatro independiente (30 de noviembre), fecha que recuerda la inauguración del Teatro de la Ranchería en 1783. Y para festejarlo nada mejor que una obra que expone los avatares de una compañía teatral que no pude relajarse, porque en los ensayos de La Tempestad, los sobresaltos se suceden sin solución de continuidad. 

La fragilidad y tensión de los vínculos se exhibe a simple vista, gracias a un texto trabajado; y probablemente en más de un pasaje, vivenciado por su autor. 

La manera en que el director -subido al pony- se apoya en el personaje que más notoriedad alcanzó en el medio del espectáculo -según se encarga de contarlo- se aprecia por el modo en que se comunican y por la irreprimible soberbia de ambos. Pero entre los secundarios, de tanto poner el cuerpo, surgen flirteos, para variar… no correspondidos.

Los maltratados integrantes se conocen bien y no habrá caretas que se caigan, sólo los consabidos trapitos al sol que aparecen cuando las cosas no funcionan. 

Mientras la potencia del grupo pasa de mano en mano -y por ese motivo no conviene que nadie se desentienda- aparecerá una fuerza fantasmal a la que Shakespeare recurrió más de una vez y que pueblan real o imaginariamente tantas salas.

Fácilmente uno puede identificarse y entender la humanidad que cargamos todos, y que puede resultar más complicada cuando uno se dedica a la autogestión; pero como siempre será el humor lo que nos rescata y en la obra está presente de inicio a fin, llano y efectivo. Los actores y las actrices lo dan todo… contra viento y marea. 

Para quienes no pudieron disfrutarlo este año, estén atentos porque vuelven en marzo.


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