Reseña | Cine | Beso de tres
Por Mariana Parodi
A primera vista, el marketing de "Beso de tres" (The Threesome) parece vender una promesa clara: una comedia sexual irreverente, picante y moderna, impulsada por un título provocador. Sin embargo, bajo la dirección de Chad Hartigan (Room 104), la película resulta ser una experiencia desconcertante que sufre de una severa crisis de identidad.
La historia comienza alineando las estrellas para Connor (Jonah Hauer-King), un joven amable que termina en un trío con su amor platónico, Olivia (Zoey Deutch), y una atractiva desconocida, Jenny (Ruby Cruz).
Hasta aquí, la película cumple con la "venta" inicial: sugiere una película alocada, ligera y cargada de hormonas. Sin embargo, lo que sigue es un cambio de marcha brusco. Tras el encuentro, la narrativa intenta asentarse en el terreno de la comedia de enredos, explorando el romance floreciente entre Connor y Olivia.
Pero el verdadero giro —y donde el guion de Ethan Ogilby muestra sus fisuras— llega con la reaparición de Jenny. Lo que prometía ser una comedia romántica se transforma repentinamente en un drama sobre la maternidad no planificada, la responsabilidad y la madurez emocional.
El mayor pecado de la película no es su ambición, sino su inconsistencia tonal. Si bien la intención de crear personajes imperfectos es noble, la ejecución se siente accidentada. La película no fluye orgánicamente entre géneros; salta entre ellos, dejando al espectador preguntándose si está viendo la misma película que comenzó hace 30 minutos. A pesar de los vaivenes del guion, la película se mantiene a flote gracias a un trío protagónico repleto de carisma.
Si buscas la comedia sexual alocada del póster, saldrás decepcionado. Si buscas un drama profundo, el inicio te parecerá frívolo. Beso de Tres es una película que en su afán de ser muchas cosas a la vez, termina tropezando con sus propios pies.
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